Una noche mas con las ranas.
Escrito por Sal Y Luz Radio en 04/11/2025
La Costumbre Universal de la Postergar
Existe un patrón de comportamiento que nos une a toda la humanidad, un hábito que atraviesa culturas y creencias: el arte de la postergación de lo importante. Es esa voz interna que nos susurra: «Mejor lo hago más tarde,» «En un momento,» «Lo dejo para después,» o la más tramposa de todas: «Mejor mañana.»
Estos patrones no son aleatorios; son el resultado de la programación silenciosa de nuestro entorno. Las estadísticas son reveladoras: el ser humano tiende a aprender las cosas, cuando el dolor acompaña el aprendizaje, mientras tanto, solo lo posponemos para «mañana». Esto significa que nuestra mente ha sido moldeada por los hábitos de quienes nos rodean: hemos visto la postergación en nuestros padres, amigos, la cultura laboral, y la hemos internalizado. Esta complacencia nos lleva a justificar nuestro estancamiento, asegurando que los grandes desafíos (la disciplina, la oración, las finanzas, etc, etc) serán asunto del día de mañana.
De forma casi ritualista, después de un día de fracaso, nos consolamos con frases hechas: «Mañana será un buen día,» o «Hoy me levanté con el pie izquierdo.» Yo le aseguro que el verdadero problema radica en que no hemos cortado con esos hábitos del mundo, y esta terquedad nos lleva a una de las historias más reveladoras y, a la vez, más absurdas de la Biblia: la plaga de las ranas en Éxodo 8.
El «Mañana» del Faraón
Vayamos al libro de Éxodo, capítulo 8. La tierra de Egipto se había convertido en una pesadilla anfibia que invadía cada aspecto de la vida. Las ranas no eran una simple molestia; eran una aflicción total que infestaba los hogares, las camas, los hornos, y las artesas de pan. Esta plaga, en nuestra vida espiritual, solo puede compararse con el pecado, la adicción o el problema que hoy está enquistado en nuestra alma.
El Faraón, acorralado y humillado, hace lo que parece ser lo mas lógico: manda llamar a Moisés y Aarón, los representantes del Dios de Israel, para que intercedan: «Entonces el faraón mandó llamar a Moisés y a Aarón, y les dijo: Ruéguenle al Señor que aleje las ranas de mí y de mi pueblo, y yo dejaré ir al pueblo para que le ofrezca sacrificios.» (Éxodo 8:8)
El Faraón está haciendo un voto; está prometiendo obediencia si Dios quita el dolor. Y Dios, demostrando Su poder y Su disposición a liberar, le permite a Moisés ofrecerle la liberación inmediata. Es aquí donde Moisés hace la pregunta que congela el tiempo: «Moisés le respondió: Dígnate indicarme cuándo debo orar por ti y por tus siervos y por tu pueblo para que las ranas sean quitadas de ti y de tus casas, y que solamente queden en el río.»
Moisés, con la solución en sus manos, le pregunta al rey: ¿Cuándo quieres que esta miseria termine…? Cuando quieres que que tu pecado termine…? Cuando quieres que ese maldito habito que te atormenta y no puedes dejar se vaya…? La respuesta evidente, la única respuesta racional, sería: «¡Ahora mismo! ¡En este instante!»
Pero el Faraón, ciego por su terquedad y orgullo, pronuncia la frase más ridícula de toda la Escritura: “Mañana”
Piense en esto: ¿Por qué querría alguien quedarse con el asco, el hedor, y la incomodidad de las ranas por una noche más, teniendo la liberación garantizada? El Faraón eligió lidiar con las ranas él mismo, posponiendo la intervención divina por 24 horas.
Cuántos de nosotros que estamos enfermos, atormentados por un habito o pecado o simplemente que nos ofrecen la vida eterna, seriamos capaces de decir: Ok. Lo quiero pero… Mañana
Si le diera las estadisticas de cuantos son los que responderian de esta manera, usted no lo podria creer. Son demasiadas las personas que prefieren pasar una noche mas con su enfermedad, con su pecado o con su debilidad en lugar de elegir el: «Ya mismo…»
Al igual que el Faraón, muchos solo quieren un poquito más de tiempo con su aflicción. Una noche más con esa adicción que los esta matando poco a poco, con ese rasgo de carácter que apesta, con esa envidia o lujuria que prometemos dejar «mañana». Nos hemos acostumbrado tanto a las ranas, a lo feo y pegajoso, que la idea de la libertad inmediata nos incomoda, nos pone nerviosos y nos refugiamos en la prisión familiar del «mañana» por temor a confrontar el «hoy».
¿Por qué esperamos hasta mañana cuando Dios quiere salvarnos y sanarnos hoy?
¿Por qué sufrimos una noche más con las ranas cuando Dios quiere darnos paz inmediatamente?
Esto nos recuerda la pregunta de Jesús al paralítico: «¿Quieres ser sano?» La pregunta no es si Dios puede, sino si estamos dispuestos a dejar la comodidad de nuestra miseria.
El Mal Olor de la Limpieza
Y luego viene la parte que nos detiene: la fase de la limpieza. El texto dice: «Y murieron las ranas en las casas, y las juntaron en montones, y apestaba la tierra.»
Cuando empezamos a matar esas ranas, el proceso no es limpio ni indoloro. El cambio apesta por un tiempo. Es el mal olor del dolor, del cansancio, de la incomodidad. Esto pasa con la dieta (el dolor físico), con las deudas (la austeridad financiera), y con los pecados enquistados (el dolor de la disciplina). La terquedad nos dice: «Esto es muy difícil; yo estaba muy cómodo antes.»
El problema del Faraón fue que la terquedad lo cegó, llevándolo a posponer la liberación total. Él creyó que podía lidiar con la plaga él solo, pero fracasó. Nuestras ranas se convierten en plagas mayores cuando somos tercos y no nos abrimos al trato de Dios.
No Más Negociación con el Pecado
Cuando Dios nos ofrece ser libres de nuestras penas y pecados, la única respuesta aceptable es HOY. No hay margen para la negociación. La solución es intervención divina inmediata y compromiso personal total.
Pongale nombre y apellido a esa rana que le está molestando. ¿Es la postergación? ¿La ira? ¿La pereza espiritual? Pida a Dios el discernimiento para identificarla y el valor para enfrentarla, sabiendo que el poder para destruirla proviene de Él.
El proceso de purificación es incómodo. Necesitamos un espíritu firme y la ayuda de la comunidad. Use la ayuda de otros hermanos que puedan orar, aconsejar y ayudarle a cargar esa «bolsa de ranas» fuera de su vida. No se rinda a la primera señal de dolor o vergüenza. La perseverancia de los santos no es fácil, pero es posible con la gracia de Dios.
No espere a mañana para orar, no espere el próximo lunes para disciplinarse. La Palabra es clara: «Hoy es el día de salvación.» Hoy es el momento donde las misericordias de Dios se hacen nuevas, y podemos comenzar de nuevo.
Si usted necesita reconciliar su vida con el Señor, o si está luchando con un hábito, tome la decisión ahora. No más negociaciones. ¡No pase una noche más con las ranas!