Yo no sirvo para esto.
Escrito por Sal Y Luz Radio en 04/10/2025
Todos aquellos que llevamos un cierto tiempo en el camino del Señor, hemos pasado en algún momento de nuestras vidas, por esa experiencia tan terrible y desgarradora, como lo es el hecho de sentir que le hemos fallado a Dios. Que en alguna manera hemos quedado fuera de toda Gracia y de todo llamado divino. Sentimos que, por alguna razón o circunstancia, al igual que Pedro, hemos negado a Jesús con nuestras palabras, con nuestros actos o con nuestras vidas.
Y también, al igual que Pedro, hemos llegado a decir: “Yo no sirvo para esto…”
Al menos una vez en nuestra vida como cristianos, un pecado o un error —a veces pequeño, otras veces devastador— nos ha hecho sentir que hemos quedado excluidos del llamado de Dios, pensado que ya estamos fuera de toda “convocatoria celestial” y lejos de la gracia divina que, a pesar del tiempo, aun sigue perdonando todo tipo de pecados por medio de la sangre de Cristo.
Pero lo que más nos ha dolido, no ha sido el hecho de fallarle. Lo que más nos ha dolido es el hecho de levantar nuestra mirada y encontrarnos con los ojos de El, con los ojos del Maestro.
Eso fue loque más le dolió a Pedro.
La Biblia narra que, tras negar al Señor tres veces, y luego de escuchar cantar al gallo, Pedro levanto sus ojos y noto que Jesús lo estaba mirando desde el otro extremo del patio, con sus ojos amoratado a causa de los golpes y una corona de espinas en su cabeza.
¿Cuántas veces hemos sentido esa mirada después de tantas promesas de santidad que le hemos hecho…?
Después de aquella pequeña mentira que dijimos pero que nos dolio hasta el alma:::?
o de aquella gran caída de la que ya no pudismos volver a levantarnos…?…
¿Cuántas veces has sentido esa mirada sobre ti…?
Pero lo mas sorprendente es que nunca fue una mirada condenatoria, sino que siempre fue una mirada del mas puro e inexplicable amor.
Yo la he sentido muchas veces. Y cada vez que la sentí, me sorprendio lo mismo: su mirada nunca fue de juicio (aunque podria hacerlo), nunca fue una mirada de castigo. Sino que su mirada siempre fue una mirada suave, dulce y llena de amor. Una mirada como diciendo: “Yo sabía que sin mí no ibas a poder. Sabía que ibas a fallar. Pero no importa… ahora estoy aquí para ayudarte, para levantarte y para curar tus heridas.”
Pedro nunca olvidó esa mirada. Nunca… Nunca
Pero cuando el dolor se enfrió y la culpa se hizo más fuerte, Pedro cometió el mismo error que muchos de nosotros cometemos al pensar que ya no tenemos lugar en el plan de Dios y que ya estamos fuera de toda “Liga Mayor”
Pedro se dijo a sí mismo: “Yo no nací para esto. Soy un fraude, Soy un fracaso.”
Recordó todas las veces que prometió que iba a orar mas, todas las veces que prometio ayunar y consagrarse para Dios…
Pero también recordo todas las veces que falló y se quedo en el camino.
Así que, como cualquiera de nosotros, el decidió volver a lo que conocía. El decidio volver a lo único que sabia hacer: el se volvio a pescar. Volvió al mar, a su bote, a sus redes y al mismo lugar de donde Jesús lo había sacado tres años atrás.
Sin embargo, cuando el Señor resucitó, da instrucciónes muy particulares, El manda que le digan a sus discípulos… y a Pedro… que El habia resucitado.”
Qué detalle tan hermoso: “y a Pedro”. Jesús sabía cómo se sentía su discípulo. Sabía que Pedro pensaba que su oportunidad ya había pasado, que el tren ya no volveria y que ya no habría mas posibilidades para el.
Por eso Jesús lo llama por su nombre, para recordarle que su amor, su amor por el no cambia.
Días después, Jesús vuelve a presentarse a sus discípulos y Pedro estaba alli, pescando, intentando olvidar aquella mirada y regresar a su antigua vida.
Desde la orilla, el Maestro les grita: “¡Muchachos! ¿Tienen algo de comer?” “Pedro, Juan, Santiago, Andrés… ¿se atreven a intentarlo una vez más?”
Pedro no podía creerlo. Como el amigo traicionado lo estaba buscando a el, que era nada mas y nada menos qu el traidor.
El mismo Jesús que él había negado días antes… ahora había encendido un fuego y estaba preparando un desayuno para él.
Es entonces cuando una de las escenas más simples y conmovedoras del Evangelio sucede…
Pedro baja de la barca casi corriendo, desesperado, deseoso de pedirle perdón. Pero antes de que pueda hablar, Jesús lo interrumpe y le dice:
—Pedro, te preparé el desayuno.
—Señor, yo…
—Shhh… ¿me amas? come.
—Pero Señor, yo, yo te fallé…
—Shhh… ¿me amas? La mesa está servida.
—Pero Señor, déjame explicarte…
—Shhh… ¿me amas? A comer.
En aquella misma hora, Pedro se sintió como tú y yo, aquella vez que Jesús fue a buscarnos después de haber tropezado y haber caído.
En ese momento, Pedro se sintio el peor pecador del mundo, pero tan amado a la vez.
Hoy, Jesús te está buscando. Desde la orilla, mientras prepara aquello con lo que quiere alimentarte, te llama por tu nombre y te dice:: “Matias, Fernando, Sergio, Gabriel, o como quiera que te llames: ¿Te atreves a intentarlo una vez más…? Y saber por que lo hace…?
Por que Él Señor te ama cuando eres fuerte, y cuando eres débil.
El te ama cuando te sientes un ungido, o cuando te invade esa horrible oscuridad del pecado.
El te ama cuando levantas tus manos para adorarle, pero tambien te ama cuando bajas la mirada por la vergüenza a causa del pecado.
No lo aplaude. Por supueto que no.
Pero si se lo permites, no solo que te corregira, sino que ademas, curara tus heridas, te cargara en sus hombros y te llevara de vuelta al redil. Y sabes que porque lo hace…? porque su amor por ti no ha de cambiar jamas.
Hoy la mesa está servida. Jesús es quien ha preparado la cena. ¿Te sentarás a comer…
o simplemente seguirás diciendo como Pedro: “Yo no sirvo para esto…”?
Que Dios hable a tu corazon….