Está faltando algo en nuestra crianza centrada en el Evangelio?

Escrito por en 06/02/2022

He notado un deseo bueno, pero a veces desacertado, entre muchos padres cristianos jóvenes. Buscan ser intencionales en la forma en que crían a sus hijos. Muchos tienen el excelente deseo de estar más enfocados en el Evangelio. Quieren tratar a sus hijos de la manera en que Dios los trata, con gracia. Extraen conclusiones directamente de esta gracia y quieren criar con gracia.

Desafortunadamente, usar solo este modelo para criar hijos rebaja el Evangelio. Cuando miramos a lo largo de toda la Escritura podemos ver que Dios adoptó a Israel como su hijo y lo llamó fuera de Egipto. La Escritura nos dice que Dios puso a Israel, su hijo, bajo la ley por un tiempo. Cuando el tiempo apropiado llegó, Israel sería liberado de la ley. Gálatas nos dice que la ley era como el tutor de un pequeño niño; era un guardián que había sido puesto hasta que el niño creciera. (Gal. 3:24)

Los teólogos ven tres buenos propósitos de la ley:

Primero, la ley nos muestra nuestra necesidad de un Salvador. Dios nos dice que los más grandes mandamientos son amarlo a Él y amar a nuestro prójimo. Pero ¿cómo hacemos eso? La ley nos dice el cómo amar a Dios y al prójimo. Y cuando no lo cumplimos, nos damos cuenta de que somos pecadores y necesitamos un Salvador.

Segundo, la ley restringe el pecado. Es una barda o cuerda que retiene el comportamiento pecaminoso. La ley no puede cambiar el corazón. Pero la amenaza del castigo crea un orden civil.

Tercero, la ley les muestra a los de corazón transformado cómo agradar a Cristo. La ley es las vías del tren que nos indican cómo correr. Cuando Dios cambia un corazón para nacer de nuevo, se le dan nuevos deseos para agradarle a Él.

La ley, con todas sus insuficiencias, aun así era algo bueno. Era el tutor que preparó a la nación para la gracia de Cristo. Les enseñó lecciones básicas acerca de la santidad de Dios, expiación y el amor por otros. Si Dios hubiera revelado a Jesús en el Monte Sinaí, no hubiera tenido sentido. La joven nación necesitaba la gracia de la ley antes de necesitar la gracia de la libertad.

Ley y orden en el hogar.

De la misma manera, nuestros hijos jóvenes necesitan vivir bajo nuestra ley. Necesita haber reglas a las cuales se espera que obedezcan y que hay consecuencias cuando ellos desobedecen. Esta dinámica de mandamientos, obediencia y desobediencia inculca un sentido de su necesidad de un Salvador.

Segundo, vivir bajo nuestra ley restringe la desobediencia nata en los niños. Crea una sociedad civil en el hogar donde haya orden. La ley no puede cambiar el corazón. Pero puede crear un hogar pacífico sin desorden. Tener hijos salvajes no es un signo de gracia y piedad. Niños salvajes y desobedientes son una mancha negra para un hombre y su liderazgo. (Tito 1:6)

Tercero, vivir bajo nuestra ley entrena a nuestros hijos a agradar a Cristo. Pablo explícitamente manda a los hijos a obedecer a sus padres, porque esto agrada al Señor (Ef. 6:4). La obediencia que es agradable requiere reglas y mandamientos de los padres. Nuestros hijos son entrenados en hábitos que un corazón regenerado va a seguir con deleite.

Algunos pueden objetar, “¿Pero no debería mostrarle gracia a mi hijo?” ¡Por supuesto! Muéstrales la gracia del amor. La gracia del afecto. La gracia de la calma. La gracia del orden. Y la gracia de las consecuencias.

Dejar que nuestros hijos nos desobedezcan sin consecuencias no es un signo de gracia sino de odio (Ap. 3:19). Así como el vivir bajo la ley preparó a personas para la gracia de Jesucristo, así también criar a nuestros hijos bajo la sumisión de nuestras reglas los prepara para conocer la gracia de nuestro Señor Jesucristo. Y así como el tiempo para la ley llegó para ser reemplazado porque su propósito fue cumplido, entonces llegará el momento en el que las “leyes familiares” quedarán en el pasado.

Criar conforme al Evangelio no niega la ley; la incluye.

por Chap Bettis

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