Buenas Nuevas de Gran Gozo

Escrito por en 09/12/2025

LA PROMESA CUMPLIDA

La temporada navideña envuelve al mundo en un aire de asombro, luces y esperanza. Pero para el creyente, la Navidad es mucho más que una simple festividad de fin de año; es la conmemoración de la promesa más grande que Dios hizo a la humanidad y que se cumplió en un humilde pesebre. El nacimiento de Jesús no fue un evento casual, sino que fue el punto culminante de una historia de amor y redención.

EL GOZO INNEGABLE DE LA PROMESA CUMPLIDA

La esencia de la Navidad resulta ser que la espera terminó. Después de siglos de profecías, Dios irrumpió en la historia humana para habitar entre nosotros, cumpliendo Su plan. Este es el mensaje central proclamado por el ángel: «Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor» (Lucas 2:10-11). La Navidad es, ante todo, una declaración de que la promesa de un Salvador se ha hecho realidad.

Este cumplimiento nos llama a vivir nuestra fe no solo como un recuerdo histórico, sino como una misión continua. Jesús, después de completar Su obra, nos dio una orden que extiende el significado de Su llegada a todas las naciones: «Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (Mateo 28:19-20).

NAVIDAD: TRADICIÓN, NO ORDENANZA

Es fundamental distinguir la naturaleza de la celebración navideña dentro de la vida del creyente. La Biblia nos ordena recordar y practicar ciertas acciones que Jesús instituyó. Sin embargo, la Navidad no se encuentra en esta categoría.

Las únicas ordenanzas que Jesús dejó para ser practicadas continuamente por la iglesia son el Bautismo (visto en Mateo 28:19) y la Santa Cena (o Cena del Señor). Jesús fue explícito sobre cómo debíamos recordar Su sacrificio: «Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí» (Lucas 22:19-20).

La Navidad, por el contrario, es una tradición de la iglesia que conmemora un hecho histórico trascendental: el nacimiento de Cristo. Celebramos porque el evento es glorioso, no porque sea una ley religiosa obligatoria.

LAS TRADICIONES NAVIDEÑAS Y SU ADAPTACIÓN ESPIRITUAL

Es bien sabido que muchas de las costumbres modernas asociadas a la Navidad (el árbol, las luces, ciertas fechas) tienen orígenes culturales e incluso paganos. Sin embargo, la fe cristiana siempre ha tenido la capacidad de redimir y reorientar las tradiciones seculares hacia un significado espiritual superior. Aquellos que acostumbran festejar este evento recordando el nacimiento de nuestro Señor Jesús, bien hacen, y quienes no desean hacerlo, también hacen bien. ¿A qué me refiero…? El apóstol Pablo nos da el principio para evaluar estas prácticas: nuestra libertad en Cristo debe usarse para edificar y glorificar a Dios: «Todas las cosas son lícitas, pero no todas convienen; todas las cosas son lícitas, pero no todas edifican» (1 Corintios 10:23).

El cristianismo adopta y celebra estas tradiciones solo si sirven como un vehículo para dirigir el corazón del hombre a Cristo, el verdadero significado detrás de la celebración, desechando todo aquello que no honre a Dios. Las luces se convierten en un recordatorio de que Jesús es la Luz del Mundo.

EL MENSAJE CENTRAL: AMOR, ESPERANZA Y REDENCIÓN

Si despojamos la Navidad de todo lo superficial, nos queda el mensaje esencial: Dios nos amó tanto que nos dio a Su Hijo unigénito para que tuviéramos vida eterna y redención. «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna» (Juan 3:16).

Esta temporada nos invita a reflexionar sobre ese amor. La Navidad es un llamado a renovar nuestra esperanza en el futuro que Jesús promete y a vivir la redención hoy mismo. No solo celebramos que Jesús nació, sino que hoy vive y que muy pronto regresará a buscar a su iglesia.

Además, la atmósfera de paz y apertura de la Navidad crea una oportunidad única para compartir la verdad de la salvación con aquellos que aún no conocen a Jesús. Estamos llamados a ser embajadores de esa reconciliación: «De modo que somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios» (2 Corintios 5:20).

Que estos días de festividad no sean una excusa para discusiones sin sentido de si se debe o no festejar la Navidad, sino que sea una oportunidad para ir más allá de los regalos, los amigos, la familia y la comida, y para compartir las Buenas Nuevas de Gran Gozo que el ángel proclamó hace más de 2000 años atrás a unos pastores en Israel. Que nuestra fidelidad en los detalles de nuestra vida diaria refleje la esperanza y el amor que el nacimiento del Salvador representa.

Demos gracias a Dios porque la promesa se cumplió en Jesús, amémonos los unos a otros y compartamos con el mundo estas buenas de gran gozo que cambió la historia de la humanidad.

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