Andas como Cristiano o Mundano…?

Escrito por en 02/09/2025

Andar como cristianos o como mundanos se refiere a elegir vivir según los principios espirituales y la guía de Dios, o seguir el camino del mundo, el cual busca la gratificación y los placeres terrenales.
Un cristiano busca honrar a Dios en su vida diaria, mientras que una persona mundana prioriza las cosas de este mundo y las propias personales sobre su relación con lo divino.

¿Qué significa andar como cristiano?

Caminar bajo la dirección de Dios es caminar en la dirección correcta y solo podremos lograrlo si obedecemos a su palabra. En proverbios 4:18,19 y 27 se dice: La senda de los justos es como la luz del alba que se va esclareciendo hasta pleno día. Pero el camino de los malos es tenebroso, no saben donde tropiezan
Seguir la voluntad de Dios implica obedecer sus mandamientos y vivir en santidad. Apartados para El.
Tener una relación íntima con Dios se centra en conocerlo, escuchar su voz y buscar su agrado.
Cultivar el fruto del Espíritu se manifiesta a través de la humildad, mansedumbre, paciencia y amor.
Transformar la mente es conformarse a la voluntad de Dios en lugar de al mundo, renovando el entendimiento.
El caminar del cristiano se basa en su relación con Cristo. “Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu” (Gálatas 5: 25). El creyente anda “en un camino estrecho” y mantiene buenas obras por la gracia de Dios y el poder de Cristo. El cristiano no puede caminar por sus propias fuerzas o sabiduría.
En la Biblia se describen a varias personas diciendo que “caminaban con Dios”, empezando por Enoc en Génesis 5:24. También se describe a Noé como “varón justo, era perfecto en sus generaciones; con Dios caminó Noé” (Génesis 6:9). Miqueas 6:8 nos da una idea del deseo de Dios para nosotros: “Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide el Señor de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios”.
Caminar con Dios no es una actividad reservada a unos pocos elegidos. Dios desea que todos Sus hijos caminen con Él.
¿Qué sucede cuando caminamos con alguien? Imagina que tú y un amigo cercano están disfrutando de un paseo por un sendero en el campo. Se encuentran muy cerca. Hablan, ríen, escuchan y comparten sus sentimientos. Tu atención se centra en esa persona, excluyendo casi todo lo demás. Te fijas en la belleza que te rodea o en una eventual distracción, pero sólo para decírselo a tu amigo. Ambos lo comparten. Están de acuerdo, y ambos disfrutan de la tranquila compañía.
Caminar con Dios es así. Cuando entramos en una relación íntima con Dios por medio de la fe en Su Hijo (Hebreos 10:22), Él se convierte en el mayor deseo de nuestro corazón. Conocerlo, escuchar Su voz, compartir nuestros sentimientos con Él, y buscar complacerlo, se convierte en nuestro objetivo principal. Él se convierte en todo para nosotros. Estar con Él no es una actividad reservada para el domingo por la mañana. Vivimos para estar en comunión con Él.
A. W. Tozer afirma que la meta de todo cristiano debe ser “vivir en un estado de adoración ininterrumpida”. Esto sólo es posible cuando caminamos con Dios.

¿Qué significa andar como mundano?

La definición que el diccionario hace de “mundano” es: “relativo a, o dedicado a, el mundo temporal”. Por lo tanto, la mundanalidad es la condición de preocuparse por los asuntos de este mundo, especialmente en detrimento de las cosas espirituales. La Biblia tiene mucho que decir sobre la mundanalidad, y nada de ello es bueno.
La persona mundana es incapaz de captar lo que procede del Espíritu de Dios; lo considera un absurdo y no alcanza a comprenderlo, porque sólo a la luz del Espíritu pueden ser valoradas estas cosas. Viven según el sistema del mundo y se enfoca en las cosas que satisfacen los deseos de la carne, como la lujuria, la avaricia, los malos deseos, etc.
Ponen a Satanás o a ellos mismo en el lugar de Dios y alejan su corazon del verdadero Señor, presentando el mundo como lo único que importa. “Tengo que vivir la vida” alegan de continuo para si.
Ignoran lo espiritual ya que la persona mundana es incapaz de comprender las cosas del Espíritu de Dios, considerandolas absurdas y apartándose de Dios y de sus propósitos por causa de las tentaciones y placeres del mundo.
La mundanalidad es la forma de vivir de la gente que no conoce (o no quiere conocer) a Dios, haciendo y viviendo de una manera totalmente opuesta a la piedad.
Pablo compara la mundanalidad con la inmadurez espiritual en 1 Corintios 3:1-3, donde se dirige a los creyentes de la iglesia de Corinto con respecto a su comportamiento mundano. Aunque eran creyentes – los llama “hermanos” – eran bebés espirituales que no podían entender las cosas profundas de Dios que Pablo deseaba compartir con ellos. Nunca habían avanzado más allá del aprendizaje de los fundamentos de la fe y, aparentemente, se conformaban con permanecer allí. Esta falta de madurez les llevó a comportarse como si todavía formaran parte del mundo de los no salvos. Discutían entre ellos sobre cuál de los apóstoles era el más grande por el hecho de que lo seguían (1 Corintios 1:11-13; 3:4), cuando en realidad no seguían a ninguno de ellos, sino que seguían sus propios deseos y su anhelo de situarse por encima de los demás. Pablo los exhortó a que crecieran y maduraran en la fe para que dejaran de tener un comportamiento mundano.
Las epístolas describen la mundanalidad como todo lo contrario a la piedad. La sabiduría del mundo para nada es sabiduría (1 Corintios 3:18-19). Antes bien, es una tontería, especialmente la sabiduría del mundo en el tema de la religión. Lo vemos hoy en día en las interminables discusiones sobre “espiritualidad” por parte de hombres cuya sabiduría espiritual no se basa más que en ilusiones mundanas. La verdadera sabiduría que viene de Dios se contrapone a la insensata “sabiduría” del mundo en toda la Escritura. El mensaje de la cruz es una locura para los que tienen una sabiduría mundana que perece (1 Corintios 1:18) porque la verdadera sabiduría no proviene de las filosofías de los hombres, sino de la Palabra de Dios. La verdadera piedad siempre tiene la oposición del mundo.

La diferencia entre ambos caminos

Por último, la Escritura establece una clara distinción entre la amistad con Dios y la amistad con el mundo. Santiago 4:4 nos dice que “la amistad del mundo es enemistad contra Dios”. Continúa diciendo que “cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios”. El apóstol Santiago utiliza las fuertes palabras “enemistad” y “enemigo” para hacer entender que podemos estar en el mundo o en el reino, pero no en ambos porque están en los extremos opuestos del espectro. Aquellos que eligen la mundanalidad eligen vivir en el campo del enemigo porque todo lo que es del mundo está bajo el control de Satanás (1 Juan 5:19). Satanás es el gobernante de este mundo, y cuando elegimos el mundo, nos alistamos en su perverso ejército y nos convertimos en enemigos de Dios.
Para el cristiano, la elección es clara. Para evitar la mundanalidad, debemos madurar en la fe, creciendo en Cristo en todo sentido, de modo que ya no seamos niños espirituales, arrastrados por las mentiras del mundo (Efesios 4:14-15). Debemos llegar a conocer la diferencia entre la sabiduría de Dios y la insensatez de la sabiduría del mundo, y eso sólo se logra mediante el estudio cuidadoso y diligente de la Palabra, buscando la sabiduría de Dios en la oración (Santiago 1:5), y disfrutando de la comunión de otros creyentes maduros que pueden animarnos a rechazar la mundanalidad y abrazar la santidad.
Hay “cristianos que creen serlo”. Esto se refiere a individuos que se identifican con el cristianismo pero que, según algunas perspectivas, no cumplen con los requisitos bíblicos para ser considerados verdaderos discípulos de Jesucristo.
A un cristiano se le puede definir como una persona que ha recibido y confiado plenamente en Jesucristo como el único Salvador del pecado (Juan 3:16; Hechos 16:31; Efesios 2:8-9). Y en el corazón del cristiano reside el Espíritu de Cristo (Efesios 3:17; 1 Corintios 6:19; Romanos 8:11). Ahora bien, “si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él” (Romanos 8:9), y esta persona, entonces, no es un cristiano. Por lo tanto, el término “falso cristiano” es un término equivocado. Se es cristiano o no se es cristiano; se está con Dios o contra Dios (Mateo 12:30).
Dicho esto, esta pregunta es ciertamente legítima en la mente de muchas personas. Y esto es probablemente debido al comportamiento de algunos cristianos; sin embargo, también es probable debido al comportamiento de muchos que piensan que son cristianos o profesan serlo, pero que no lo son.
Son muchas y variadas las razones por las que muchos creen que son verdaderos cristianos cuando no lo son. La falsa enseñanza es ciertamente una razón. Cuando las iglesias evitan la enseñanza de la sana doctrina, y predican sus propias doctrinas, el resultado final será que los feligreses no conoceran la verdad de la Palabra de Dios. Y… ¿Cómo podran mantenerse en sintonía con el Espíritu, cuando la Verdad no está en ellos?
Además, algunos creen que el hecho de repetir una oración o responder a un “llamado al altar” puede haberlos convertido en cristianos. Muchos creen que sus tradiciones religiosas, tales como ser bautizados cuando eran niños, les aseguraron un lugar en el Cielo, o que sólo sus numerosas buenas obras los han puesto en buena posición con Dios. Y por supuesto algunos creen que sólo asistir a la iglesia garantiza la salvación, pero… El que nazcas en un MC Donalds no te hace una hamburguesa…
El tema es que muchos que profesan ser cristianos no lo son en absoluto. Sin embargo, están convencidos de que todo está bien con su alma. Lamentablemente, muchos vivirán toda su vida creyendo que fueron cristianos sólo para un día escuchar estas palabras de Jesucristo: “Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mateo 7:23).
La clara enseñanza de la Biblia, es que cuando alguien es salvo, su vida cambiará definitivamente puesto que “nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17). Un verdadero cristiano nacido de nuevo se esforzará por llevar la gloria y el honor a Cristo viviendo una vida que agrade a Dios (1 Pedro 1:15-16, 4:1-4). La verdadera fe salvadora producirá obras o “frutos” en la vida del creyente (Santiago 2:17, 26). Por lo tanto, si no hay obras de amor en la vida de una persona, sin duda se requiere un cuidadoso examen de conciencia.
El apóstol Pablo instruyó a los que estaban en Corinto a hacer esto mismo: “Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados?” (2 Corintios 13:5). De hecho, cualquier profesión de fe que no resulte en un cambio de vida y buenas obras es una confesión falsa y tal persona no es cristiana.
Ahora bien, aunque el estilo de vida de los verdaderos cristianos refleja la presencia de Cristo en sus corazones, sabemos que no somos perfectos. Los cristianos pecan y el apóstol Juan indica claramente que nos engañamos a nosotros mismos si pensamos de otra manera (1 Juan 1:8). Y cuando los cristianos pecan, hay quienes están ansiosos por usar su “error” para denigrar aún más al verdadero cuerpo de creyentes. Por eso Pablo amonestó a la iglesia de Tesalónica a abstenerse incluso de la apariencia del mal (1 Tesalonicenses 5:22) y a vivir de tal manera que “os conduzcáis honradamente para con los de afuera” (1 Tesalonicenses 4:12).
Lo que los cristianos no harán, sin embargo, es incurrir en pecado repetido o habitual (1 Juan 3:6). El que comete un pecado deliberado y habitual simplemente demuestra que no conoce a Cristo, por lo tanto, no puede permanecer en Él, aunque viva su vida bajo el amplio paraguas de la religión. Por consiguiente, muchos lo consideran un cristiano.
A medida que los creyentes maduren en su fe, exhibirán cada vez más pruebas de su verdadera naturaleza cristiana, como su amor a Dios, el arrepentimiento del pecado, la separación del mundo, el crecimiento espiritual y la vida obediente. Como dijo Pablo a los romanos, el genuino hijo de Dios ha sido liberado del pecado y se ha convertido en un esclavo de Dios, y el resultado es la vida eterna (Romanos 6:22).

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